El proceso de innovación tecnológica asociado a la cuarta revolución industrial.

Resumen de la Inauguración del Congreso de Aenoa. Elías Amor. Presidente de AFEMCUAL

La Formación Profesional se encuentra ante una compleja situación provocada por las tecnologías disruptivas asociadas a la 4ª revolución industrial que ya se encuentra entre nosotros. Existe un proceso que estará afectando los empleos de menor nivel de cualificación asociados a tareas repetitivas, y también los trabajos de cualificaciones intermedias, como los administrativos y comerciales, también se encontrarán sometidos a la presión creciente de la automatización y digitalización.

La sustitución de los trabajadores por las máquinas obligará a los desplazados de sus empleos a adquirir nuevas habilidades y competencias, haciendo del aprendizaje a lo largo de la vida una práctica habitual. Desde esta perspectiva, la FP, Inicial o Formación para el Empleo, aparecen como un poderoso instrumento para hacer frente a estas tendencias disruptivas en el mercado laboral y mitigar los efectos de la destrucción de empleo.

El reto principal del cambio tecnológico reside en su impacto sobre el empleo. Un efecto aún desconocido en términos cuantitativos y cualitativos, pero que genera temores e incertidumbre en amplios sectores sociales. La sustitución de trabajadores humanos por máquinas es un fenómeno que ya ha tenido lugar en otros momentos a lo largo de la historia, pero nunca se ha puesto de manifiesto con tanta contundencia como en la actualidad.

En las tres primeras revoluciones industriales, el proceso de destrucción de empleos en sectores como la agricultura o las artesanías tradicionales, fue más que compensado por la generación masiva de nuevos puestos de trabajo en las fábricas. El crecimiento de la riqueza y las innovaciones tecnológicas actuaron como motores del empleo en ocupaciones nuevas que no existían previamente, y que fueron consolidando el movimiento obrero en los países que abrazaban el impulso industrial, con la aparición de nuevos sectores.

Además, las nuevas tecnologías fabriles, lejos de hacer desaparecer ocupaciones enteras, provocaron transformaciones en las tareas de quienes las desempeñaban hasta entonces, aumentando su valor y productividad, como, por ejemplo, en el caso de los conductores de carretas de caballos que pasaron a conducir vehículos de motor para poder transportar a más personas hacia los nuevos centros fabriles.

El problema de las nuevas tecnologías disruptivas de la cuarta revolución industrial se encuentra en que su capacidad para crear, transformar o destruir trabajo, y el efecto neto de las mismas, es difícil de anticipar. Además, se trata de un cambio tecnológico que se está produciendo a un ritmo, velocidad y extensión nunca antes visto en la historia. Nos encontramos ante un proceso tan acelerado que puede sobrepasar la capacidad de adaptación de los trabajadores, de muchas empresas, de los gobiernos, y en general, de las sociedades.

En esencia, el Foro de Davos, donde se acuñó el término 4ª revolución industrial por primera vez, estableció como tecnologías disruptivas y emergentes las asociadas a la inteligencia artificial, robótica, internet de las cosas, los vehículos autónomos, las impresoras de 3-D, nanotecnología, biotecnología, ciencia de los materiales, el almacenamiento de la energía y la computación cuántica.

Estas tecnologías van a desplegarse, en el tiempo, en coincidencia con otras fuerzas de gran impacto transformador a nivel social, como el nuevo comportamiento de los consumidores millenials, la creciente movilidad e hiperconectividad que buscan las personas, así como la explotación de los datos y ligado a ello el desarrollo de nuevas industrias y sectores, como blockchain o cloud computing que provocarán el nacimiento de nuevos modelos de negocios con sólidas bases en el universo digital.

Un mundo nuevo, casi de ciencia ficción, que ya se está dibujando ante nosotros como un gran tsunami que va a cambiar la economía y sociedad, y al que vale la pena dedicar toda nuestra atención y esfuerzos. Lo más importante es que estas tecnologías, de la misma forma que van a destruir empleo, también se encuentran asociadas a la creación de nuevas ocupaciones en actividades y sectores que en este momento se desconocen, pero se intuyen, y que a largo plazo pudieran compensar los destruidos.

Hay quien afirma, y con razón, que los niños que están naciendo en 2017 y 2018 trabajarán en el futuro en nuevas ocupaciones, actualmente desconocidas. Un estudio realizado en 2016 por el Foro de Davos demostraba que el 65% de los niños trabajarán en el futuro en empleos que todavía no existen y para las que no existen programas formativos. Lo poco que sabemos es que estos empleos necesitarán fuertes competencias interpersonales y creativas. Justo lo que no hacen las máquinas.

Mientras tanto, los padres de estos niños, a lo largo de sus vidas laborales, se verán obligados a cambiar de empleo, de formación y de ocupación en varias ocasiones.  Ya lo han estado haciendo sus abuelos, en menor medida. Pensemos, por ejemplo, que hace tan solo 10 o 15 años,  empleos que actualmente tienen una gran demanda, como diseñador de páginas web y APP, gerentes de tráfico digital, expertos de marketing digital, vendedores digitales,  diseñadores de experiencia del consumidor, científicos de datos, community manager, o especialistas de ciberseguridad, no existían ni eran apenas conocidos.

Además existe la preocupación por el hecho que los trabajadores “desplazados” por las tecnologías disruptivas puedan tener muy complicado adquirir las habilidades y competencias técnicas necesarias para desempeñar las nuevas ocupaciones y tareas. Y entonces será muy tarde para reaccionar.

Aproximadamente el 30% de las tareas realizadas actualmente por personas con educación universitaria están en riesgo de automatización, pero este porcentaje aumenta hasta el 70% para quienes tienen educación primaria. Sabemos por tanto dónde hay que concentrar los esfuerzos de formación y actualización de cualificaciones.

También se destacan las diferencias por nivel de ingresos: las profesiones mejor pagadas en la actualidad son las más protegidas frente el riesgo de ser realizadas por máquinas. Un aspecto a tener en cuenta por los gobiernos a la hora de diseñar sus políticas fiscales y salariales porque la innovación disruptiva no se encuentra directamente relacionada con los costes de la mano de obra.

Con respecto a la situación laboral, las personas que están en desempleo o los más jóvenes están en una posición más vulnerable que aquellas que actualmente están trabajando, y para ello se deben actualizar los contenidos de la formación para el empleo y potenciar la formación profesional dual.

El estudio se podría complementar con las percepciones del riesgo de automatización entre la población, las opiniones sobre la tecnología y el apoyo a políticas diseñadas para compensar a los trabajadores que puedan verse desplazados.

Sin una bola de cristal para predecir el futuro, y tampoco se trata de ello, no es fácil determinar cuál va a ser el resultado de las tecnologías disruptivas sobre el empleo en los próximos 20 años, pero sí que se pueden obtener algunas de las características principales que va a tener, al menos en las sociedades avanzadas.

En primer lugar, será un empleo menos rutinario y estandarizado.

La distinción clásica entre sectores industriales y no industriales desaparece y en su lugar, aparecerá una nueva entre sectores de tareas rutinarias y de no rutinarias. Las primeras serán fáciles de automatizar, con independencia de las cualificaciones. Las segundas, exigirán innovación y deberán orientarse a la interacción individual. El fenómeno de la deslocalización de tareas rutinarias a países menos desarrollados y de más bajos costes para ganar competitividad desaparecerá y en su lugar, se producirá el paso de estas tareas a robots y máquinas, sin traslado de las plantas. Esta tendencia se acelerará en los próximos años.

En segundo lugar, el empleo se fragmentará.

La economía colaborativa y la irrupción de las plataformas digitales afectarán al mercado laboral. De hecho, ya lo están haciendo, con la aparición de más empresarios individuales y empleos bajo demanda. La fuerza laboral autónoma aumentará de forma muy destacada en todos los países. Cabify, Uber, Airbnb or Up work, plataformas que aún están en la infancia, permitirán obtener ingresos crecientes de actividades no laborales a muchas familias, y surgirá el debate de la protección social y la calidad del empleo. Pero nada las podrá detener.

De acuerdo con un estudio de McKinsey la economía de las plataformas aumentará la producción global en un 3% para 2025, gracias a una mayor ocupación, 47 millones de empleos a tiempo completo y más productividad para atender mercados de 550 millones de personas.

En tercero, el empleo estará sometido a continuos cambios.

La interacción de los trabajadores con las máquinas y la apertura de mente a la innovación tecnológica serán los determinantes de la demanda de empleo en el futuro próximo.

Será necesaria mayor flexibilidad y cualificación en los empleos para hacer frente a los rápidos cambios técnicos y la innovación continua.

Como ya he señalado, en muchos puestos de trabajo, las tareas y los roles estarán cambiando de forma continuada y resulta muy difícil pensar que la mayoría de los empleos no se verán sometidos a este vaivén. Estos nuevos empleos van a exigir a los trabajadores, además, capacidad para reinventarse a sí mismos.

De todo lo expuesto, una conclusión parece evidente: la Formación Profesional aparece como el instrumento fundamental para hacer frente a los requerimientos de cualificación, flexibilidad y adaptación al cambio asociados a los nuevos empleos que traen las tecnologías disruptivas, así como para recualificar a quienes pierden sus puestos en el proceso, dotándolos de nuevas habilidades y competencias.

El trabajo prospectivo a realizar en España se puede ver estimulado por la disponibilidad de un Catálogo nacional de cualificaciones profesionales, que se presenta como una referencia fundamental para acometer estos cambios, aprovechando el ingente trabajo realizado para su construcción, y sentando las bases de flexibilidad y adaptación a las demandas de cualificación que serán necesarios para tener éxito.

Hay alguna posibilidad de avanzar rápido en el análisis a realizar del impacto de las nuevas tecnologías sobre el empleo. Parece que sí. Los expertos destacan que los trabajos creativos que requieren el uso de habilidades cognitivas para producir bienes o servicios, que no pueden ser automatizados plenamente y muchos de ellos quedarán al margen del impacto de la cuarta revolución industrial. Es más, algunos expertos sostienen que el mayor volumen de creación de empleos en los próximos 15 o 20 años vendrá de estos trabajos creativos para los que será necesario cualificar y dotar de competencias a los trabajadores, de forma muy extensa.

La razón es obvia. Tan sólo un 24% de los trabajos en España se pueden calificar como creativos en sentido amplio. En su informe sobre el futuro del empleo en la Unión Europea, España figura con un total de 840.000 empleos creativos (bajo riesgo de automatización) de una población laboral de 18 millones de trabajadores. Se trata de empleos muy variados, como artistas, músicos, diseñadores, programadores, arquitectos, relaciones públicas, profesionales que prestan sus servicios no sólo en las industrias creativas, sino en casi todos los sectores de la economía». Estos profesionales se ven muy poco afectados por el riesgo de automatización, el 87% presentan bajo o nulo riesgo de automatización, frente al 40% de los empleos en general.

La educación y la formación tienen un gran reto por delante. Los profundos cambios que se necesitan deben ir orientados a hacerla más multidisciplinar y en la planificación, con la creación de clusters de innovación en las ciudades para extender la creatividad y el trabajo creativo. Las grandes empresas pueden diversificar riesgos y ofrecer carreras tradicionales a este tipo de trabajadores, pero gran parte de la actividad se está yendo hacia las pequeñas empresas o hacia el universo freelance.

Los trabajos que requieren creatividad, inteligencia social y un alto nivel de complejidad o destreza  en sus tareas no corren gran peligro de automatización, según destacan los expertos. En algunas profesiones, la automatización forzará grandes cambios, pero no tiene por qué suponer la destrucción masiva de empleos.

Entonces, la gran pregunta es: ¿Hasta dónde llegarán las máquinas? No cabe duda que estamos ante una alta probabilidad de que el espacio reservado a las habilidades humanas continúe encogiéndose aún más. Si esta visión fructifica, por futurista que pueda parecer, existirá el riesgo de un desempleo o un subempleo masivo, y un ensanchamiento de la «brecha» de salarios, entre los que ocupan posiciones altamente especializadas, que son los menos afectados por el impacto de las tecnologías, y el resto de la población.